miércoles, septiembre 28, 2005

De fondo música de circo.


La muerte me trajo el olor a silencio,
el lila, si la superstición te permite
es muerte, es queda, ni mil San Antonios
de cabeza te darían media boda.

El lila en las muchachas ni luce, ni vende
ni debe de prestar, pensaba mientras decía
huele a durazno, a durazno huele, nadie me creía.

Despertada con una taza en la cara
de frescas lilas y pausada la garganta
me recordaron a la negra que expirada,
ya dormía en su cajita blanca.

Rodeada ella de plateados ángeles
cazados con arpas, fingían herirse
En la andada veloria.

Embalsamado su cuerpo,
en risa envuelto, despidiendo
al mundo que se le había escapado
de sus pequeñas y preciosas manos,

Camita de tierra donde reposa tu cuerpo
Lunita de plata, arete del cielo, luz de sol
En busca de la inocencia entregada.

Donde globos de colores adornáronle
la tumba y dulces, y cuentos cubriéronle
del sol, cesó la lluvia, cesó su madre.
Calló Yahir unos instantes.

Y a los huesos donde calaron besos
dados por labios perdidos bañáronse
con agua bendita, callar nos hicieron.

A sumirse en lo eterno, se dijo,
tiraron tierra, besos, gritos,
mientras yo afuera, veía rodar
lágrimas por las escaleras.