jueves, abril 14, 2005

El escondido paraíso de rejas de pelusa


Duermen elefantes colgados de las trompas de cipreses secos y adornados. Trinan sobre piedras blancas pajarracos que de locos están desplumados, mueren atascadas en aguas gelatinosas, cenicientas que pintadas eran tan bellas.
Ya en la cumbre se monta un gallo que grita soliloquio, las serpientes, enredadas en manzanas empiezan a comerse sus colas deseosas de lamerse las venas con esa lengua de aguda punta maldecida por un dios omnipotente, cae en cascadas un jugo misericordioso que sólo pocos siervos saben de su sabor.
Hay en este sitio una cancha dura donde al aire expuesto se pone a quien ha muerto, les dilata el sol las orejas, les carcome la espalda, les cocina las corneas, y al festín se invita a todos, las nubes a moderada altura se pueden arrancar y usar de ropa o comer, algunos hombres pescan en un charco de agua de chocolate monedas de hierro que deseos se deseó que fueran, las campanas de la iglesia de turrón repican y perforan poco a poco nuestras piernas, los zancudos roban la miel a las abejas y ellas nos pican por su culpa para sacarnos la sangre. Los niños brincan entre vidrios para sentir que viven, el infierno aquí no tiene cabida.
¿Qué importa que en las peceras haya patitos feos? Lo que importa es que en ese paraíso haya fábulas crédulas que contar.
De limpiar, nada se sabe, aquí se baña quien quiera, y en el arroyo de sosa. El cielo selecto se torna de colores, violetas violentos, negros profundos, azules alegres, naranjas alertes, rojos pasionales, rosas pasteles, verdes leucemia, y amarillo pollo imberbe, todos al mismo tiempo formando humos alucinantes, la locura está mal vista sólo por quien no está loco, así que pasa desapercibida, los niños no los trae la cigüeña, los hacen los gnomos bajos los hongos y con barro. En fin, duraría la evolución de mi mente en terminar de describir el paraíso que se esconde entre el piso y el colchón de mi cama, siempre que quiero marearme me recuesto y asomo la cabeza, dos ratas blancas me abren las puertas de este clandestino lugar y comienzo a imaginar, mi paraíso igual que feliz está enfermo, es el deseo de un mundo terrenal donde reposen las ideas que hacen latir este podrido corazón y trabajar a esta prehistórica “mente”.