Estoy aquí sentado a miles de metros de tu boca, llegando al cien, me levanto, doy un paso, tiro la boca y junto mis manos. Rezo por ti Catalina por ser una más, qué admirable fuiste (dónde has quedado). Catalina, mi vida, mi aliento, salió un domingo a la plaza, un domingo en el que la noche no tuvo fin, domingo en que el frio no pudo penetrarnos, domingo en que mis dedos dejaron de tocarla y mis brazos abrazarla. Una más, una muerta más.
Juárez, juro que me colmas la paciencia y aunque ella ya no vuelva las cifras delataran su inalcansable retorno. Huesos, tripas, cadenas, torturas y tristezas, mi amada Catalina, flor marchita de mi edén, perdida entre escombros, durmiendo en bodegas, perdida para siempre tal cual mirada de madre viendo un cuerpo frágil fenecer.